Fragmentos selecionados (VO):
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Las circunstancias que condicionaron el momento de arranque de la transformación de San Sebastián son el derribo de las murallas, la designación de la ciudad como capital de provincia, la llegada del ferrocarril del Norte y la redacción del Ensanche Cortázar (todo ello en torno a 1864).
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Han transcurrido más de cien años desde la conformación del ensanche de Cortázar. Éste se trata de un sistema reticular de calles que da lugar a manzanas de dimensiones aproximadas de 85m*60m (en su primer tramo) con calles de 18m de sección. La retícula se vacía en una de sus manzanas para generar la Plaza de Gipuzkoa. Y los bordes del ensanche se rematan dando respuesta a su singularidad.
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El éxito del primer ensanche donostiarra, junto al auge económico y comercial que vivió la capital a finales de siglo y principios del XX, motivó numerosos proyectos urbanos desarrollados junto con la construcción del propio ensanche, y suscitó el posterior desarrollo de otros proyectos de ampliación, como el Ensanche de Gros (1881), el Ensanche Oriental (1882), el Ensanche de Amara (proyectado en 1914 y 1940), el Ensanche de la Zurriola (1921) o el del Antiguo (1921). Estas sucesivas ampliaciones fueron enriquecidas con numerosos paseos, jardines, puentes, o equipamiento urbano diverso, en sintonía con el carácter de capital burguesa y de ciudad turística que fue adquiriendo la ciudad a finales del siglo XIX.
En el caso de San Sebastián se moderó el discurso funcionalista, procurando garantizar un grado mínimo de mezcla de usos, frente a las carencias que presentan muchos de los desarrollos derivados de la rigidez del funcionalismo.
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Los dos crecimientos estudiados muestran cómo el pensamiento urbano y la práctica urbana han actualizado con notable éxito el trazado de ensanche en San Sebastián.
Las características de esta actualización han consistido en seguir apostando por la rotundidad formal de la red mallada, apostar por la vivienda de doble orientación proporcionar al uso público los patios de manzana ayudando así a la jerarquización de los espacios libres de los ámbitos de ordenación, por la previsión de equipamientos que respondan a las necesidades de la vida cotidiana de barrio por la jerarquización del viario y el espacio público, apostando de una manera más o menos tímida por que el coche pueda funcionar bien sin olvidarse del peatón, al que se le proporciona espacio suficiente para el paso en todo el tejido y prioridad en algunas de las calles.
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Los futuros crecimientos de la ciudad y los documentos de planeamiento correspondientes podrán seguir ahondando en la actualización de este tejido de ensanche teniendo en cuenta los aspectos urbanos relativos a la forma urbana: que deberá prevalecer el peatón frente al vehículo; la necesidad de incorporar tipos de vivienda y formas de vivir que atiendan mejor a una sociedad que se hace cada vez más mayor; o la necesidad de que las ordenaciones sean medio‐ambientalmente menos invasivas (apostando por formar parte de la infraestructura verde del territorio).