Fragmentos selecionados (VO):
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La Atención Centrada en las Personas es un modelo que pone en el centro a las personas y que surge como reacción “a un modelo imperante, de marcado carácter hospitalario e institucional que no ofrecía una adecuada calidad de vida a las personas que allí vivían” (Martínez, 2016: 12).
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Toda institución es un reflejo de la sociedad que la ha creado. Las residencias de mayores no son más que un estadio concreto de la evolución de todas aquéllas instituciones históricamente dedicadas a dar cobijo, cuidar o recluir. (…)La progresiva transformación de la vejez en un asunto institucional, social, deja entrever términos que serán la base de nuestro presente como es la sociedad de bienestar. La institución como reflejo de la sociedad va asumiendo poco a poco el cuidado de las personas mayores y surge la paradoja de delegar en el Estado o las instituciones lo que siempre ha sido un asunto familiar. El cambio de paradigma al que se enfrenta la arquitectura es que la persona anciana tiene derecho a ser socialmente asistida.
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Las residencias para personas mayores siguen siendo lugares que nos hacen sentir cierto malestar cuando pensamos en ellas, a pesar haber mejorado considerablemente con respecto al pasado. Tememos tener que ir allí a vivir o tener que llevar allí a algún familiar. No podemos dejar de considerarlo como la última alternativa que nos queda cuando hemos agotado las demás. Aún es habitual encontrar quien considera que, al llevar a su familiar a una residencia, en cierto modo, lo está abandonando. Un sentimiento de culpa siempre estará al acecho. Pero también de temor, porque, en general, evitamos pensar en la posibilidad de que nosotros mismos vayamos a vivir a una residencia.
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“En el modelo institucional, los servicios de atención y cuidados forman un conjunto con el entorno arquitectónico, por lo que se ofrece como una solución cuando los cuidados requeridos por el usuario son constantes debido a su alto grado de dependencia. Desde el punto de vista organizativo, el grado de internamiento y la imposición de un reglamento definen, por tanto, a este modelo. Este es el modelo más extendido en Euskadi y el Estado español de forma general, incluso para estadios iniciales de dependencia, mientras que en el resto de Europa se trata de un modelo específico para personas con un alto grado de dependencia ya sea físico o psíquico.
“(…) en el Estado Español y en Euskadi, la oferta de modelos existentes está centrada en los modelos institucionales de tipo residencial como principal opción frente a continuar viviendo en la propia vivienda. (…) hay una gran demanda de modelos alternativos, pero sorprendentemente, no existe oferta” (2017: 14- 15).
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Un concepto fundamental para poder conseguir el bienestar integral de las personas residentes es el del hogar. (…) La sensación de hogar se basa en un equilibrio dinámico entre autonomía y seguridad. Este equilibro es un proceso en continuo desarrollo que se denomina apropiación; es el proceso por el cual una persona convierte una casa en un hogar” (van Steenwinkel, Baumers and Heylighen, 2012: 196).
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Es, por tanto, esencial la manera en que las residencias de mayores se insertan en el tejido urbano. No podemos permitirnos que sean instalaciones a las afueras de nuestras urbes, aisladas sobre sí mismas y sin aportación significativa a la vida de la ciudad, porque esto solo refuerza la estigmatización de la vejez y el rechazo de aquellas partes de la sociedad que no son productivas. Es una marginación y se trata de un aspecto fundamental para construir el sentido del hogar de una residencia.
El reto, por tanto, es procurar que sean parte activa del tejido urbano, que la ciudad se beneficie de los efectos positivos que pueda llegar a tener una residencia de mayores y potenciar estos efectos positivos para no reducir la dignidad de nuestros mayores a la hora de ser parte de nuestra sociedad.
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La evolución del diseño de los edificios se ha caracterizado por ir desplazándose el peso de la balanza desde una visión que prima dar respuestas a las necesidades que tiene la institución para desarrollar su labor a una visión que prima el aspecto residencial, con todo lo que ello implica en cuanto a distribución de espacios, metros cuadrados por residente o la importancia de la intimidad.
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El primer aspecto que supone un cambio de paradigma en el diseño de la vivienda o habitación situada dentro de una residencia de mayores es que sea un espacio privado, íntimo y personal. La habitación o la vivienda de las y los residentes no debe tratarse como un espacio que debe adaptarse a las necesidades del personal para que éste pueda realizar su trabajo. Es necesario institucionalizar ese espacio lo menos posible. El carácter hospitalario de la vivienda se da cuando en ella aparecen aparatos médicos y desaparecen los objetos personales, cuando es esencialmente un lugar donde ser tratado por profesionales, y no un lugar para ser habitado